Como sabéis, dedicamos nuestra última entrada a analizar la naturaleza y componentes del déficit público, y finalizamos la misma anunciando que dedicaría el próximo post a hablar de la deuda pública, de modo que ambos artículos serían complementarios.
La deuda pública está compuesta por los bonos y obligaciones emitidos por el Estado para captar el ahorro de los inversores. Ya dijimos en la anterior entrada que cuando los gastos del Sector Público son superiores a sus ingresos, una de las alternativas que tiene el Estado para cuadrar sus cuentas es la emisión de deuda pública. En todo caso, no es ésta la única situación en la que los gobiernos emiten deuda:
- mientras que las necesidades de gasto son continuas, el cobro de muchos impuestos está mucho más espaciado en el tiempo (el IRPF se cobra mensualmente a través de las retenciones, pero el IVA se cobra trimestralmente y el Impuesto de Sociedades de forma anual, por poner dos ejemplos), de modo que el Estado debe recurrir a la emisión de deuda pública para garantizar su liquidez.
- además, la deuda pública suele ser necesaria siempre que se abordan gastos extraordinarios o hay que financiar grandes inversiones, puesto que las obligaciones de gasto son tan grandes que el gobierno tampoco dispondría de liquidez suficiente para afrontarlas.
Sea como sea, lo cierto es que el volumen de deuda pública que circula en los mercados financieros es enorme. En una entrada en la que intentábamos medir la dimensión de los mercados financieros, citábamos una estimación del Banco Mundial que valoraba los bonos de deuda pública en circulación en 2011 en unos 45 billones de dólares. Esto afecta de forma determinante a la capacidad de actuación de los Estados, hablándose habitualmente de sostenibilidad de la deuda, como veremos a lo largo de esta entrada. Además, la importancia del mercado de deuda pública es pareja a su volumen, fundamentalmente por dos razones:
- Debido a que se considera que los gobiernos son los prestatarios más fiables, el mercado de bonos establece los tipos de interés a largo plazo para la economía en su conjunto. Si un país paga un 5% de interés por su deuda, las empresas y agentes económicos privados de ese país tendrán que afrontar intereses mayores, puesto que se consideran prestatarios menos fiables.
- Además, el mercado de bonos juzga diariamente las políticas económicas de los gobiernos, de modo que si la actuación de un gobierno no es del gusto de los mercados estos pueden castigarle elevando el coste de su deuda, una lección que en España hemos aprendido por las malas.
Bono español al portador de 1877. Actualmente, los bonos no existen como soporte físico, sino que son meras anotaciones contables (a excepción de alguna emisión especial o conmemorativa). |
Pero entremos ya en las particularidades de la deuda pública. Muchos de vosotros ya sabéis lo que significa estar endeudado, ya sea por haber firmado un préstamo personal o hipotecario o por el uso de una tarjeta de crédito. Ya hablamos hace un par de entradas del endeudamiento tanto público como privado español, pero... ¿qué caracteriza a la deuda pública frente a la privada?
TIPOLOGÍA Y CARACTERÍSTICAS DE LA DEUDA PÚBLICA
Para empezar, cuando hablamos de deuda pública solo nos referimos a bonos emitidos por el Estado. Es posible que las administraciones públicas se endeuden con alguna entidad financiera a través de un préstamo y es normal que tengan pagos pendientes con muchos agentes privados, pero estas operaciones son mucho más circunstanciales y su peso es ínfimo en relación al volumen de bonos emitidos por el Estado.
Por supuesto, el Estado puede emitir distintos tipos de bonos en función de su cuantía y su vencimiento. En el caso de España, los principales títulos de deuda pública emitidos por el Tesoro son los siguientes:
- Letras del Tesoro: son títulos de deuda con vencimiento inferior a 18 meses (normalmente, seis o doce meses). Se emiten mensualmente con un valor de 1.000 €.
- Bonos del Estado: son títulos de deuda que se emiten con vencimiento a tres y cinco años. Como las Letras del Tesoro, se emiten mensualmente y la inversión mínima es de 1.000 €.
- Obligaciones del Estado: son títulos de deuda a muy largo plazo, ya que se emiten a diez, quince o treinta años. La prima de riesgo es la diferencia entre el tipo de interés del bono español a diez años y el bono alemán del mismo plazo en el mercado secundario. La prima de riesgo se expresa en puntos básicos (centésimas de punto porcentual); esto significa que si la prima de riesgo es de 200 puntos, la diferencia entre el tipo de interés del bono español a diez años con su homólogo alemán es del 2%.
La estrategia de qué títulos emitir y cuándo hacerlo la fija el Tesoro, que publica todos sus años sus objetivos. En concreto, para el año 2015 se ha propuesto vender 240.000 millones de euros de deuda. Si tenemos en cuenta que el PIB español está en torno al billón de euros, podemos afirmar que en un año, el Tesoro español emitirá un volumen de deuda equivalente a la cuarta parte del PIB nacional (¿Veis cómo los volúmenes de deuda pública que se negocian son astronómicos?).
Otra característica muy particular de la deuda pública es que habitualmente no se amortiza, sino que se refinancia. En realidad, lo que ocurre es que la emisión de muchos títulos de deuda se hace coincidir con el vencimiento de títulos más viejos, con lo que el dinero que se obtiene con la venta de los títulos nuevos sirve para devolver el capital que se recibió con la venta de los antiguos. Es decir, mientras que las personas de a pie devolvemos capital e intereses cuando tenemos que pagar un préstamo, el Estado solo paga intereses, puesto que hace coincidir la devolución del capital con la emisión de más deuda con la que pagar dicho capital. Volviendo a los datos del párrafo anterior, de los 240.000 millones de deuda que el Estado tiene previsto emitir en 2015, unos 185.000 millones servirán para pagar los bonos que vencen este año, mientras que los 55.000 millones restantes supondrán un aumento neto del volumen de deuda pública.
Otra característica muy particular de la deuda pública es que habitualmente no se amortiza, sino que se refinancia. En realidad, lo que ocurre es que la emisión de muchos títulos de deuda se hace coincidir con el vencimiento de títulos más viejos, con lo que el dinero que se obtiene con la venta de los títulos nuevos sirve para devolver el capital que se recibió con la venta de los antiguos. Es decir, mientras que las personas de a pie devolvemos capital e intereses cuando tenemos que pagar un préstamo, el Estado solo paga intereses, puesto que hace coincidir la devolución del capital con la emisión de más deuda con la que pagar dicho capital. Volviendo a los datos del párrafo anterior, de los 240.000 millones de deuda que el Estado tiene previsto emitir en 2015, unos 185.000 millones servirán para pagar los bonos que vencen este año, mientras que los 55.000 millones restantes supondrán un aumento neto del volumen de deuda pública.
FORMAS DE CUANTIFICAR LA DEUDA PÚBLICA
Hasta ahora estamos manejando cifras absolutas de deuda, pero lo normal es medirla en términos relativos para poder realizar comparaciones entre distintos países. Una posibilidad sería expresar la deuda pública per cápita, dividiéndola entre la población del país, de forma que sabríamos cuánta deuda pública le correspondería devolver a cada habitante (en concreto, es una forma muy habitual de referirse al endeudamiento de los municipios). Por curiosidad, os diré que la deuda pública per cápita española pasó de 9.417 € en 2008 a 20.580 € en 2013. Es decir, si todos los españoles tuviéramos que pagar a escote nuestra deuda pública tendríamos que poner 20.580 € por persona (id multiplicando si tenéis hijos y mayores a vuestro cargo).
Pero lo más habitual es expresar la deuda pública con respecto al PIB. Así, si decimos que la deuda pública de un país es del 40% del PIB, eso significa que ese país tendría que sacrificar un 40% de su PIB para liquidar toda su deuda pública, aunque en realidad este ratio tiene un significado algo distinto:
- la deuda pública es una variable stock o variable fondo, que representa el valor acumulado de una determinada magnitud hasta un momento determinado y que se expresa en euros.
- el PIB es una variable flujo, que en este caso representa la producción de bienes y servicios en un país a lo largo de un año. Por tanto, se expresa en euros al año (también suele aplicarse a períodos trimestrales, pero el PIB que se utiliza para medir la deuda pública es el PIB anual).
Si dividimos una variable entre otra, observamos que el ratio deuda/PIB está expresado en años (o en porcentaje de año):
¿Qué significa esto? Pues, por ejemplo, que si el ratio de deuda con respecto al PIB es 1 (o del 100%), como ocurre ahora en España, esto indica que habría que destinar la producción española de bienes y servicios de un año para pagar la deuda pública.
Como ya ocurría con el déficit, esta forma de medir la deuda pública es problemática y corre el riesgo de minusvalorarla, ya que al pago de la deuda pública sólo se destinan los ingresos del sector público, no todo el PIB. En todo caso, es un criterio que permite una rápida comparación entre países y buscar una fórmula alternativa sería complicado, ya que la capacidad de cada país para hacer frente a la deuda depende de muchos factores: los tipos de interés, la estructura fiscal de cada país, el déficit primario de las cuentas públicas, el nivel de inflación...
Un aspecto muy interesante a la hora de valorar la importancia de la deuda pública es saber quiénes son los poseedores de la deuda. Puesto que la deuda implica pago de intereses, si los tenedores de deuda son extranjeros, el pago de esos intereses supondrá un empobrecimiento del país al drenarse recursos públicos al exterior. Así, en el caso español, casi el 50% de la deuda pública viva en 2014 estaba en manos de inversores extranjeros, lo que significa que buena parte de los más de 35.000 millones de euros pagados en intereses habrán salido de España. Este caso contrasta con el de Japón, cuya deuda pública se acerca al 250% del PIB pero que mayoritariamente está en manos de inversores japoneses, por lo que se producirá una redistribución de renta entre agentes económicos del mismo país.
Siguiendo con este análisis de los tenedores de deuda, algo más de la cuarta parte de la deuda pública española viva en 2014 estaba en manos de la banca española, así que otro buen pellizco de los intereses pagados por el Tesoro van a parar a los bancos. Para más inri, los bancos compraron ese volumen de deuda gracias a las inyecciones de liquidez que recibieron del BCE. Esta operación consistente en comprar deuda pública con inyecciones de liquidez del banco central se denomina carry trade, y ha llegado a suponer el 35% del margen de beneficios de la banca española.
SOSTENIBILIDAD DE LA DEUDA
Una vez hemos visto cómo se mide la cuantía de la deuda, cabe preguntarse: ¿es sostenible la deuda pública en España y otros muchos países?
Hasta qué punto es sostenible la deuda pública es una cuestión que ha preocupado a muchos autores. Hace años cobró una gran importancia un estudio de los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff según el cual el crecimiento de un país se detiene bruscamente cuando su deuda pública supera el 90% del PIB. Este estudio sirvió para justificar las políticas de control del déficit y de austeridad que llevamos años sufriendo. Lo curioso del caso es que investigaciones posteriores demostraron que el estudio de Reinhart y Rogoff estaba mal hecho: efectivamente, se puede decir que hay una correlación negativa entre deuda y crecimiento, pero esta correlación es lineal y no se dispara a partir de una deuda del 90% del PIB.
Si hablásemos de agentes económicos privados, está claro que una deuda a los niveles en los que se presenta en España, Italia, Grecia y otros países NO es sostenible. Sin embargo, estamos hablando de países y de deuda soberana, por lo que la respuesta depende de muchos factores:
* Dado que el sector público sólo hace frente al pago de intereses, la sostenibilidad de la deuda dependerá del tipo de interés al que tenga que endeudarse el Estado. En el punto más álgido de la crisis de deuda, a España le llegó a costar un 7% de interés colocar sus bonos en el mercado; en el momento de escribir estas líneas paga un 2'12%. Estos tipos son asumibles por el Estado, pero debemos preguntarnos si se trata de unos tipos realistas o si se deben a la actuación del BCE.
* Estamos dando por sentado que el Estado sólo paga intereses porque refinancia la deuda, pero puede que esto no sea posible si los mercados retiran su confianza. En estos casos, la deuda pasa a ser completamente insostenible y el Estado quiebra o pasa a una situación de respiración asistida, como le pasó a Irlanda y Portugal y como sigue pasándole a Grecia.
* Un factor primordial al hablar de sostenibilidad de la deuda será el equilibrio de las cuentas públicas. Es fundamental que el Estado pueda hacer frente a los intereses de la deuda sin necesidad de pedir más préstamos para pagar esos intereses, es decir, mientras las cuentas públicas incurran en déficit primario (ingresos públicos - gastos sin tener en cuenta el pago de intereses de la deuda) la deuda pública no hará más que crecer.
* Puesto que la forma más habitual de medir la deuda pública es dividirla entre el PIB, cuanto más crezca el PIB más se reducirá el ratio deuda/PIB y más sostenible nos parecerá la deuda. Por el contrario, si el PIB disminuye o se estanca, el ratio crecerá y la deuda se agigantará. Es uno de los motivos más básicos por los que las recetas de austeridad salvaje hacen crecer los ratios de deuda y una de las razones por las que se afirma que "antes de pagar la deuda hay que crecer...". El crecimiento del PIB es doblemente importante, ya que habrá una mayor recaudación fiscal y se podrá hacer frente al déficit.
* Otro factor a tener en cuenta es el comportamiento de los precios. Cuando hay inflación, el dinero pierde valor y las deudas, que están expresadas en unidades monetarias, también. Por tanto, al Estado le interesa que haya una inflación moderada para que se vaya erosionando el valor de la deuda. Por desgracia, es normal que las crisis de deuda en las que se apliquen recetas de austeridad desemboquen en un escenario de deflación, lo que hace más difícil pagar cualquier deuda.También podemos aplicar el concepto de apalancamiento financiero a la sostenibilidad de la deuda pública. Como vimos en esta entrada, endeudarse para llevar a cabo una inversión es aconsejable mientras que la rentabilidad de la inversión sea mayor que el tipo de interés de la deuda (apalancamiento positivo), pero si los intereses son mayores que la rentabilidad de la inversión, la operación puede ser ruinosa (apalancamiento negativo). Siguiendo este razonamiento, la deuda pública sería sostenible mientras la tasa de crecimiento de la economía (el % de variación del PIB) sea mayor que el tipo de interés medio de la deuda; por el contrario, mientras el coste de la deuda sea mayor que el crecimiento de la economía, el país profundizará en su endeudamiento.
Al hablar de sostenibilidad, hemos de tener en cuenta que las condiciones pueden cambiar muy rápidamente. Puede que la deuda sea hoy sostenible, pero una perturbación externa puede disparar la prima de riesgo y hacer que la deuda deje de ser sostenible, o puede haber factores que favorezcan al país, como le ocurre ahora a España con la intervención del BCE y la bajada del precio del petróleo. Por otro lado, la situación también puede empeorar en el sentido de que avales y garantías concedidos por el Estado tengan que ejecutarse e incrementen la deuda (como ya dijimos en otra entrada, los avales del gobierno español a la banca son muy cuantiosos).
¿Y cómo se ha comportado la deuda pública en España durante los años de la crisis? Ya hemos aportado el dato del aumento de la deuda per cápita a lo largo de la crisis; detengámonos ahora en los causantes de ese incremento. Si observamos el siguiente gráfico del Banco de España comprobaremos que la principal razón para el aumento de la deuda española es el déficit primario de las cuentas públicas. Es decir, incluso sin contar el pago de los intereses de la deuda, los ingresos públicos no bastan para financiar el gasto y el Estado se endeuda un poco más cada año. Como bien dicen las autoras de la web economiaendostardes.com, de donde he sacado el gráfico, seguimos tirando de VISA para llegar a fin de mes y así es imposible que la deuda deje de crecer.
CÓMO REDUCIR LA DEUDA
Una vez hemos llegado a la conclusión de que, sostenible o no, nuestra deuda pública es excesiva, debemos buscar la forma de reducirla. ¿Cómo puede abordarse esta reducción? Pues tenemos las siguientes posibilidades:
- Dejar que se vaya reduciendo el peso de la deuda: es la forma más habitual de proceder y consiste, básicamente, en no hacer nada. Puesto que la inflación tiende a reducir el valor de lo que se debe y que la tendencia natural de las economías es el crecimiento, si un país se limita a refinanciar sus deudas, el peso de estas medido a través del ratio deuda/PIB se irá reduciendo paulatinamente. Por supuesto, para que esto suceda es imprescindible que el país crezca y que haya dinamismo económico y una inflación moderada.
- Amortizar deuda: es poco habitual, pero otra posibilidad es generar ingresos suficientes para amortizar bonos a su vencimiento en vez de refinanciarlos. Sin duda, es una medida costosa, por lo que solo puede llevarse a cabo con un superávit primario de las cuentas públicas o gracias a ingresos extraordinarios como las privatizaciones. Puede ser una medida contraproducente, pues conduciría a un gran esfuerzo a base de medidas de austeridad, a un posible estancamiento de la actividad y, quizás, a un futuro repunte de la deuda.
- Reestructurar la deuda: como ya dijimos en esta entrada, una reestructuración de la deuda consiste en una reducción de la misma o en una relajación de las condiciones de pago previo acuerdo con los proveedores. Por tanto, reestructurar no implica necesariamente impagar una deuda, pueden renegociarse los tipos de interés, alargarse los plazos de pago, pactar un período de carencia en el que no se paguen intereses, negociar una quita parcial, etc. Los Estados sobreendeudados y sus acreedores suelen retrasar al máximo la decisión de reestructurar, ya que tiene un gran coste en credibilidad para el Estado deudor y un coste económico para los acreedores.
- No pagar la deuda: frente a la reestructuración, que implica una negociación con los acreedores, el impago es la decisión unilateral de no pagar la deuda. Es posible que un país proceda al impago de la deuda simplemente porque no puede afrontar los pagos, pero también puede hacerlo de forma voluntaria tras declarar la deuda como ilegítima. Hay que tener en cuenta que sería una decisión con gravísimas repercusiones: asestaría un golpe brutal a la reputación del Estado y se le cerrarían los mercados durante varios años, además de sufrir represalias comerciales y turbulencias internas. En la zona euro, un impago tendría como consecuencia la salida casi automática de la moneda única: la deuda pública le sirve a los bancos europeos como garantía para financiarse en el BCE; como éste no aceptaría como garantía la deuda de un país en situación de impago, los bancos se encontrarían sin liquidez y habría que emitir otra moneda para que funcione el sistema bancario. Por otro lado, puestos a llevar a cabo un impago, hay que tener en cuenta que este sólo interesa cuando los acreedores son fundamentalmente extranjeros: a diferencia de las acciones, los bonos de deuda pública son uno de los principales vehículos de inversión de las clases medias a través de instrumentos como los fondos de pensiones y de inversión, por lo que esta medida no sería procedente ni política ni económicamente si la deuda pública no está en manos de acreedores extranjeros (por ejemplo, Japón no puede plantearse esta medida).
- Mutualizar la deuda: consiste en transferir parte de la deuda de los Estados a alguna entidad externa o supranacional. Sería la opción seguida por la Unión Europea cuando crearon el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE): el MEDE compra deuda a los países en problemas (es decir, les presta dinero) y se financia emitiendo bonos en el mercado. Estos bonos no computan como deuda de los países y además son más baratos ya que se benefician de la garantía de todos los países, los "buenos" y los "malos". En todo caso, la actuación de la UE en este sentido ha sido muy tibia, dadas las durísimas condiciones que exigía a los países para acogerse a la protección del MEDE. En el seno de la Unión ha habido varias propuestas para ampliar este principio más allá de las situaciones de emergencia como la griega (por ejemplo, el economista Jacques Depla propuso mutualizar la deuda buena -la inferior al 60% del PIB- y dejar que los estados se arreglasen por sí mismos con la deuda que superase ese umbral).
- Monetizar la deuda: consiste en que el banco central del país compre la deuda emitiendo nueva moneda. Es una opción muy denostada por los liberales pues consideran que conduce a situaciones de hiperinflación, aunque en los últimos años ha sido ampliamente aplicada por Estados Unidos, Reino Unido y Japón sin que se haya producido esa catástrofe en los precios (así, la Reserva Federal posee el 16% de la deuda estadounidense, el Banco de Inglaterra el 24% de la deuda británica y el Banco de Japón el 22% de la deuda japonesa). Hablando coloquialmente, esta alternativa es como hacer trampas al solitario: el Estado se concede un crédito a sí mismo y los intereses que paga los cobra él mismo. El BCE, mucho más ortodoxo en la lucha contra la inflación que sus homólogos más importantes, sólo ha recurrido a esta vía en los últimos tiempos y de forma limitada (sólo en el mercado secundario y en proporción al peso económico de los estados).
CONSIDERACIONES MORALES SOBRE LA DEUDA
No podemos acabar el artículo sin abordar, aunque sea superficialmente, los aspectos morales en torno al pago de la deuda. Un poco más arriba, cuando hablábamos del impago como una de las formas de reducir la deuda, mencionábamos el concepto de deuda ilegítima o deuda odiosa. Este parece un buen punto de partida para hablar de la "moralidad" en torno al pago de la deuda.
El concepto de deuda odiosa, deuda execrable o deuda ilegítima fue introducido por el jurista y profesor de derecho financiero Alexander Sack en 1921. Sack sostenía que una deuda es ilegítima cuando se dan tres circunstancias:
- que se haya contraído sin el conocimiento de los ciudadanos o sus representantes.
- que se haya gastado en actividades que no repercuten en beneficio del pueblo.
- que los prestamistas sean conscientes de las dos circunstancias anteriores.
Para elaborar el concepto de deuda odiosa, Sack se basó en algunos antecedentes históricos ocurridos en el siglo XIX, como el rechazo por parte de México de la deuda contraída por el emperador Maximiliano I de México y el rechazo de Estados Unidos de las deudas contraídas por Cuba siendo colonia española. Poco antes de que Sack formulase estas condiciones, el gobierno de la recién constituida URSS había declarado ilegítimas las deudas contraídas por el régimen zarista anterior a la revolución rusa, que se atenían estrictamente a lo expresado por Sack.
Pero estos casos que hemos citado son muy extremos y/o están muy alejados en el tiempo. ¿Cabe la posibilidad de declarar como ilegítima parte de la deuda española? Atenerse a las cláusulas de Sack no parece fácil. Y sin embargo, proliferan movimientos y plataformas como la PACD (Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda), el 15M, Democracia Real Ya o ATTAC que abogan por una auditoría que examine y evalúe los procesos que han originado la deuda como paso previo al impago de la parte que se considere ilegítima.
Claramente, todos estos movimientos consideran inmoral gran parte del endeudamiento que padecemos, pero... ¿Se puede considerar inmoral nuestro volumen de deuda pública? Pues en el caso de la deuda española yo afirmo que sí, y me baso en la regresividad y carácter injusto de la deuda pública.
Según datos aportados por Agustí Colom en la revista Alternativas Económicas, la Agencia Tributaria estima que el 67% de la pérdida de recaudación que tuvo lugar en los años 2008 y 2009 se debió a cambios en la estructura de impuestos como el IRPF y el Impuesto de Sociedades, es decir, a la bajada de impuestos. En un momento en el que los gastos aumentaban empujados por la crisis, esta rebaja fiscal generó un abultado déficit que el gobierno tuvo que financiar con la emisión de más deuda pública (si revisáis la gráfica de más arriba, 2009 es el año en el que más aumenta la deuda por culpa del déficit primario).
Esta bajada de los impuestos se concentró en las rentas más altas. Sin embargo, son las clases medias y bajas las que han sufrido las políticas de ajuste que se han llevado a cabo como consecuencia del aumento del déficit y la deuda, mientras que los inversores institucionales, inversores extranjeros y los bancos nacionales se han beneficiado de los elevados tipos de interés pagados por nuestra deuda. Por tanto, se puede hablar con toda rotundidad del carácter regresivo de la deuda pública.
Esta regresividad es aún más sangrante si tenemos en cuenta las elevadas cifras de fraude fiscal que padecemos, al que suelen acogerse las empresas y las clases más adineradas y que, de no existir, hubiera dado lugar a un equilibrio presupuestario y a un incremento de la deuda muy moderado.
Pero hay más razones para defender la inmoralidad de gran parte de la deuda española: tramas de corrupción ligadas a gran parte de las inversiones para cuya financiación se ha emitido deuda, los elevados márgenes de beneficio que ha permitido que obtengan los bancos gracias al carry trade, la parte de la deuda con la que se ha financiado un rescate a la banca contra el que estaba la mayor parte de la población, etc.
Actualmente está de plena actualidad la presión a la que está siendo sometida Grecia por la troika para garantizar el pago de su deuda. Recientemente se publicaron las conclusiones preliminares del Comité de la Verdad sobre la Deuda Pública, un grupo de trabajo creado por el parlamento griego para analizar el origen y composición de la deuda griega y llegar a una conclusión en torno a su legitimidad y al pago de la misma. En este sentido, el informe ha sido rotundo, declarando la deuda ilegal, ilegítima, insostenible y odiosa y reclamando el impago de la misma. Entre sus conclusiones, el informe cita que "el aumento de la deuda no se debió al gasto público excesivo, que de hecho se mantuvo más bajo que el gasto público de otros países de la eurozona, sino por el pago de intereses extremadamente altos a los acreedores, un excesivo e injustificado gasto militar, pérdida de ingresos fiscales debido a los flujos ilícitos de capital, la recapitalización estatal de los bancos privados y los desequilibrios creados a través de los fallos en el diseño de la propia Unión Monetaria". Según los autores del informe, lo que se ha presentado como una ayuda ha sido en realidad un trasvase de activos tóxicos de los bancos privados al estado griego. Habría, por tanto, razones sobradas para considerar ilegítima la deuda griega.
Pero dejémonos de casos concretos y hablemos en términos generales: ¿es moral la deuda pública? O, reformulando la pregunta: ¿es inmoral exigir a un país que pague hasta la extenuación si es preciso todo lo que debe a sus acreedores? De nuevo, yo pienso que sí, y por varios motivos...
- porque muchos de los países a los que se les exigen recortes desde las instancias internacionales (hoy Grecia y los países de la periferia europea, pero ayer los países latinoamericanos y también los del sudeste asiático) ya han pagado hasta dos o tres veces la cantidad que le han prestado, pero gracias a la magia de las matemáticas financieras y del interés compuesto no han conseguido devolver una parte significativa de su deuda.
- porque me parece inmoral exigirle a un país que no tiene recursos ni para pagar los servicios más básicos que tenga que seguir unas reglas dictadas por el Consenso de Washington o por el ordoliberalismo alemán, es decir, por personas e instituciones que no han escogido ni escogerían los ciudadanos del país.
- porque me parece deshonesto darse golpes en el pecho cuando se pronuncia la palabra libertad o presumir de democracia para acto seguido ignorar la voluntad democrática del país deudor controlando su política económica de forma dolorosísima para sus ciudadanos. Poniendo además en práctica unas medidas que se ha comprobado que para lo único que funcionan es para garantizar al acreedor la mayor parte de la deuda comprometida.
Bueno, sé que eso (de que uno ha de pagar sus deudas) parece de sentido común, pero lo curioso es que, en términos económicos, no es así como se supone que funcionan los préstamos. Se supone que las instituciones financieras son maneras de redirigir recursos hacia inversiones provechosas. Si un banco siempre tuviera garantizada la devolución de su dinero más intereses, sin importar lo que hiciera, el sistema no funcionaría. Imagina que yo entrara en la sucursal más próxima del Banco Real de Escocia y les dijera: "Sabéis, me han dado un buen soplo para las carreras. ¿Creéis que me podríais prestar un par de millones de libras?". Evidentemente se reirían de mí. Pero eso es porque saben que si mi caballo no gana no tendrían manera de recuperar su dinero. Pero imagina que hubiera alguna ley que les garantizara recuperar su dinero sin importar qué pasara, incluso si ello significa, no sé, vender a mi hija como esclava o mis órganos para transplantes. Bueno, en tal caso, ¿por qué no? ¿Para qué molestarse en esperar que aparezca alguien con un plan viable para fundar una lavandería o algo similar? Básicamente esa es la situación que ha creado el FMI a escala mundial... y es la razón de que todos esos bancos estuvieran deseosos de prestar millones de dólares a dictadores criminales, en primer lugar.
Ilustrativo, ¿verdad? Leed a continuación la siguiente página del cómic Thimble Theatre, protagonizado por Popeye, y contestad a esta pregunta: si Popeye invirtiera en deuda pública y esta resultase impagada, ¿de quién sería la culpa? ¿del rey Blozo por no pagar sus deudas? ¿o de Popeye por no prestarle a la persona adecuada?
PD: dentro del propósito del blog, que es acercar los conceptos económicos más comunes a la gente corriente, he intentado escribir la entrada más completa que he podido acerca de la deuda pública. Finalmente, he decidido no incluir un breve repaso histórico de los orígenes de la deuda pública porque me parecía que no encajaba bien con el resto del artículo, aunque lo publicaré dentro de unos días en una entrada individual. El material consultado para elaborar el artículo ha sido muy variado. En internet me han sido muy útiles los artículos "Cosas que deberías saber sobre la deuda pública" (www.econonomiaendostardes.com), "La relación entre deuda, déficit y PIB" (www.expansion.com. El Inversor consciente, blog de Nicolas López Medina) y "Por qué Grecia no debe pagar la deuda" (iniciativadebate.org). También me han sido de mucha utilidad varios artículos publicados en los números 22 y 24 de la revista Alternativas Económicas ("Deuda sostenible ¿para quién?" de Ariadna Trillas; "Lo que la deuda pública esconde" de Agustí Colom; "Cómo zafarse de la deuda" de Jacques Adda y "Encoger la deuda pública" de Sandra Moatti). De cada uno de ellos he recogido distintos aspectos para armar la visión global que pretendía que tuviera mi propio artículo. También he consultado más o menos puntualmente los libros "En Deuda. Una Historia Alternativa de la Economía", de David Graeber; "La Economía del Miedo", de Joaquín Estefanía y "El Triunfo del Dinero", de Niall Ferguson. Y por último, también he reutilizado algún párrafo y enumeración que yo mismo había publicado en otras entradas del blog pero que me pareció bien repetir aquí para que la entrada tuviera ese carácter de tratado global que quería darle. |
Enhorabuena por tus escritos, me resultan muy interesantes y útiles, y me generan cierta envidia, no te engaño. ¡Un saludo!
ResponderEliminarGracias a ti.
Eliminar¡Y de envidia nada de nada! Te aseguro que no estoy haciendo nada extraordinario.
Me cambias los paradigmas arraigados de la economía y los préstamos. Gracias
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