martes, 27 de noviembre de 2012

¿DE VERDAD NO SE PUEDE GASTAR LO QUE NO SE TIENE?

Se ha convertido en un lugar común de muchos políticos conservadores y "liberales" decir que "no se puede gastar lo que no se tiene". Es un mantra que repiten una y otra vez políticos como Mariano Rajoy o Esperanza Aguirre para defender políticas de austeridad. Por ejemplo, en los primeros instantes de este vídeo:





Al hacer este razonamiento, es muy común establecer un paralelismo entre el Estado y una familia: ninguna familia gasta más de lo que tiene, y un Estado responsable tampoco debería hacerlo. Pero lo cierto es que este razonamiento tiene dos defectos básicos:
  1. En primer lugar, no es cierto que las familias no gasten más de lo que tienen. Cada vez que una familia se endeuda, es porque está gastando o ha gastado más de lo que tiene. Esto ocurre cuando se realizan actividades tan cotidianas como amueblar la casa, comprar un coche o algún electrodoméstico de mucho valor o, por supuesto, cuando se compra una casa. El endeudamiento es la forma más natural de poder disfrutar hoy de bienes a los que no tendríamos acceso si dependiéramos solo de nuestros medios. En el caso de las empresas, esto es aún más cierto. Si las empresas sólo pudieran contar con sus recursos propios, es decir, si no pudieran pedir préstamos o aplazar los pagos de sus compras, sus posibilidades de crecimiento serían infinitamente menores.
Por supuesto, se podría afirmar, y con razón, que los problemas de la economía española vienen del endeudamiento de familias y empresas, que ha sido excesivo a todas luces. Pero lo que queremos poner de manifiesto es que el endeudamiento no es malo per se. Lo que es muy peligroso es endeudarse más de la cuenta, de forma rápida  e irreflexiva, sin estudiar de forma objetiva y realista si se podrá hacer frente a las deudas en un futuro, pero si las familias no pudieran endeudarse y gastar más de lo que tienen, mercados como el inmobiliario, el automovilístico o el de electrodomésticos no serían rentables.
  1. En segundo lugar, incluso si fuese cierto que ninguna familia puede gastar más de lo que tiene, no es correcto establecer un símil entre el Estado y las familias. Mientras que el gasto de una familia no da más fruto que el bienestar derivado del consumo, se pierde (a menos que se trate de una inversión en valores, en bienes inmuebles... pero entonces no sería un gasto, sería una inversión), el gasto del Estado, dada su magnitud, tiene la particularidad de que puede estimular la economía y hacerla crecer, de modo que aumentarían los ingresos impositivos e incluso podría mejorar la situación fiscal en el futuro.
Esta defensa del endeudamiento no debe confundirse con una apología del déficit excesivo. Endeudarse es necesario y positivo, pero dentro de las posibilidades de cada deudor, por supuesto. Por tanto, aunque desde aquí defiendo la posibilidad de que el Estado incurra en déficit, también reconozco que a largo plazo, el presupuesto del Estado debe estar equilibrado. Pero como decía Keynes, “el auge económico, y no la crisis, es el momento de la austeridad”.


Y, por supuesto, con lo que no puedo estar de acuerdo es con la primera razón que da Mariano Rajoy en el vídeo para explicar la crisis española: el déficit público, que el Estado haya gastado más de lo que tiene. Antes de la crisis, el gobierno español presumía de superávit (y se permitía el lujo de malgastarlo en medidas como el cheque bebé o la rebaja de 400 euros en la declaración de la renta). Lo que dejó claro la crisis es que la estructura fiscal española tenía muchas deficiencias, defectos que quedaron claros cuando se manifestó la crisis, pero culpar de la crisis a un déficit que ni siquiera existía es absurdo.

También es territorio común de la derecha y de las posiciones más liberales afirmar que se debe recortar el gasto y reducir el Estado a la mínima expresión porque el Gasto Público es, por definición, ineficiente y distorsionador, pero esta afirmación ya no es economía.

Es ideología.

sábado, 24 de noviembre de 2012

LA TERRORÍFICA HISTORIA DE FERNANDO EL ZAPADOR Y THE WALKING DEAD (y V)


Resumen del capítulo anterior: la situación creada en el sistema financiero español obliga al Banco de España a intervenir. Sin embargo, la suya no deja de ser una actuación muy tibia que no consigue solucionar el problema.
A la altura de 2010, era evidente que la estrategia seguida por el Banco de España y el gobierno español no habían servido para apuntalar el sistema financiero. A decir verdad, el sistema financiero español había resistido mucho mejor que el de otros países el impacto inicial provocado por la crisis de las hipotecas subprime y otros derivados financieros (próximamente en estas pantallas).
-   Por un lado, la exposición de nuestros bancos y cajas a los activos tóxicos generados por la banca estadounidense fue muy baja (lo que es natural, ya que nuestros bancos solían buscar financiación en el mercado exterior, no oportunidades de inversión).
-   Por otro lado, el Banco de España había impuesto un sistema de provisiones (las provisiones son partidas que se crean para compensar posibles pérdidas) mucho más exigente que el de los demás países europeos.
Cuando tras los primeros compases de la crisis, los bancos españoles resultaron mucho mejor parados que grandes entidades internacionales como Goldman Sachs, Societe Generale o Deutsche Bank, que recibieron miles de millones de dólares en ayudas públicas, los políticos españoles no tardaron en sacar pecho:





Sin embargo, los analistas internacionales no confiaban en la tan cacareada solidez del sistema financiero español. A su juicio, con un mercado inmobiliario derrumbándose o a punto de explotar y unas entidades con sus balances llenos de activos inmobiliarios, se mascaba la tragedia. La intervención de Caja Castilla La Mancha por el Banco de España a finales de marzo de 2009 vino a confirmar los temores de los analistas. Cuando después de dicha intervención, el índice de mora se la caja se situó en el 17 %, poca gente se creía el dato del 5 % aportado por el resto del sector.
Lo que le había ocurrido a entidades como el banco Walk ING es que los inversores del mercado mayorista ya no estaban dispuestos a refinanciar su deuda. Ya vimos que esto llevó a Walk ING a emprender una agresiva política de captación de depósitos para sustituir un pasivo (la financiación en los mercados internacionales) por otro (los depósitos de los clientes), pero con todas las entidades que había queriendo sacar agua de él, ese pozo estaba medio seco. Para un análisis más detenido de la naturaleza de los balances de las entidades financieras, repasad esta entrada.
Las inyecciones del BCE permitieron que bancos como Walk ING pudieran sustituir deuda comprada por inversores extranjeros por préstamos del banco central. Desde 2010, el BCE ha puesto en marcha distintas subastas de liquidez. La avidez con la que las entidades españolas han acudido a esas subastas pone de manifiesto la gravedad de su situación.
De no haber actuado el BCE, Walk ING hubiera tenido que prescindir de la parte de su pasivo que conseguía gracias al exterior y habría tenido que poner a la venta parte de sus activos (sería más correcto decir que tendría que liquidar parte de su activo), lo que probablemente le obligaría a venderlos por debajo de su valor y empeoraría su situación.
A este proceso de reducción simultánea de los activos y del pasivo de una empresa se le denomina desapalancamiento. Es muy común en períodos de crisis en los que los agentes económicos previamente se han endeudado más de la cuenta. Como describimos, el desapalancamiento tiene los efectos de un auténtico círculo vicioso económico.
De este modo, la actuación del BCE evitó una situación explosiva, al mismo tiempo que permitía que los bancos se recapitalizasen y consiguieran beneficios fáciles mediante el sencillo procedimiento de comprar deuda pública de los países europeos en dificultades a un 4, un 5 o un 6 % de interés con dinero prestado por el BCE al 1 % (sí, amigo lector, a mí también me parece repugnante). Pero esta medida no deja de ser un paliativo temporal. En sus inyecciones de liquidez, el plazo más amplio de los préstamos concedidos por el BCE es de tres años, y lo deseable es que las entidades españolas mejoren su situación lo suficiente como para poder financiarse sin la ayuda del banco central.
Y mientras tanto, el volumen del crédito a constructores y promotores seguía por encima de los 300.000 millones de euros, sin bajar desde 2007. Dada la parálisis del sector, esto sólo puede significar que entidades como Walk ING siguen refinanciando préstamos a empresas como Promotora El Zapador S.L. a pesar de la escasa probabilidad de que esos préstamos le sean devueltos.
Y gracias a la mágica varita de los tipos de interés, los préstamos impagables que se mantienen vivos crecen exponencialmente, y un problema en principio manejable puede convertirse en una cuestión inabordable. De este modo, con un gran volumen de préstamos impagados que no dejan de crecer y teniendo que subsistir gracias a la liquidez del banco central, podemos afirmar que Walk ING se ha convertido en THE WALKING DEAD, en un auténtico banco zombi. Está muerto, pero se mueve y actúa como si estuviera vivo. A pesar de estar en quiebra, sigue abierto, y a sus directivos les parece genial. Después de todo, quién sabe, a lo mejor la cosa mejora, la economía remonta, y mientras tanto están en una inmejorable situación para cobrar primas, incentivos e indemnizaciones millonarias.
Igual que los zombis sólo sienten un ansia inagotable de carne humana, las entidades financieras convertidas en zombis, como THE WALKING DEAD, tienen un ansia inagotable de recursos para tapar sus pérdidas y los agujeros de su balance. No sólo no contribuyen a la recuperación económica al no destinar sus recursos a conceder créditos a familias y empresas, sino que al alimentarse de las ayudas públicas le roba recursos al resto de la economía sólo para mantenerse en su estado de muerto viviente.
¿Y a qué nos lleva eso?
A una sociedad zombi.


Finalmente, THE WALKING DEAD fue intervenida por el Ministerio de Economía. La entidad ha pasado a ser propiedad del FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), que compró la deuda emitida por el banco y la convirtió en acciones. Por el momento, todavía no se ha decidido si el banco seguirá adelante con un nuevo presidente hasta poder privatizarlo o si se venderá a otro banco para que lo absorba. Lo que sí está claro es que recibirá unas ayudas multimillonarias del Estado.

Hasta que no expire el vencimiento del último préstamo concedido, Promotora El Zapador S.L. sigue existiendo como empresa zombi. Lo más probable es que el préstamo no se renueve y THE WALKING DEAD asuma las pérdidas, pero eso dependerá de si la cuantía final de las ayudas públicas permiten al banco asumir todas sus pérdidas. Sea como sea, al tener la empresa la forma de una sociedad limitada, Fernando y sus socios no tendrán que responder de las deudas con su patrimonio personal (eso sí, de recuperar el capital inicial que aportaron que se vayan olvidando).

Tras el fracaso de su nueva aventura empresarial, Fernando ha vuelto a su primera actividad. Actualmente, está desatascando un pozo negro en Solana de los Barros.

lunes, 19 de noviembre de 2012

LA TERRORÍFICA HISTORIA DE FERNANDO EL ZAPADOR Y THE WALKING DEAD (IV)

Resumen del capítulo anterior: su arriesgada política de créditos ha dejado al banco Walk ING en una delicada posición. Por un lado, se ve obligado a refinanciar su deuda en los mercados mayoristas extranjeros pagando mayores intereses. Por otro, buscando nuevas fuentes de financiación, emprende una agresiva política de captación de depósitos, lo que desata una auténtica guerra comercial en el sector.

Dejemos ahora por un momento al banco Walk ING y volvamos la vista hacia los reguladores financieros (sí, nuestra historia va adquiriendo dimensiones cada vez más amplias).
La creciente competitividad entre las entidades bancarias y su enorme exposición al crédito inmobiliario ha creado un auténtico caos en el sector financiero español. Con un porcentaje cada vez mayor de créditos impagados, con unos márgenes de intermediación cada vez menores a causa de la lucha competitiva por captar más depósitos y con un coste de la financiación exterior cada vez mayor, la situación de los bancos españoles no puede calificarse más que de angustiosa. Sin embargo, entidades como Walk ING se esfuerzan por maquillar sus balances (por ejemplo, renovando préstamos a empresas zombis como Promotora el Zapador S.L. para no reconocer pérdidas) y proyectar la imagen más luminosa posible al exterior. A pesar de todos estos esfuerzos, no obstante, cualquier inversor avispado se imaginará que no es oro todo lo que reluce.
Llegados a este punto, el mismísimo Banco Central se ve obligado a tomar cartas en el asunto. Cuando España ingresó en la moneda única europea, el euro, el Banco de España cedió sus principales competencias al Banco Central Europeo. Aun así, conservó importantes competencias en materia de vigilancia y supervisión. Por desgracia, como tantas otras entidades, se dejó llevar por la orgía especulativa y dejó crecer sin control la burbuja inmobiliaria.
Cuando por fin se decidieron a actuar, el Banco de España y el Gobierno optaron por una intervención “blanda”: en vez de intervenir a las entidades con problemas y/o cesar a sus gestores, promovieron a través de ayudas públicas un proceso de fusiones entre cajas de ahorros (y así, efectivamente, fue como nacieron bancos como Bankia o, sí, Walk ING).
¿Por qué actuó así el Banco de España en vez de hacerlo de forma más contundente? Es difícil responder a eso, pero ahora que todavía está reciente la campaña de acoso y derribo que emprendió el Partido Popular contra el exgobernador del Banco de España Miguel Ángel Fernández Ordóñez por su pasividad en los años anteriores al estallido de la burbuja, resulta interesante especular sobre ello…
=    Por un lado, podemos atribuir su comportamiento a razones políticas. La burbuja inmobiliaria era una gran fiesta en la que nadie quería ser el que apagase la música. Los años previos al estallido era obvio que nos encontrábamos ante una burbuja, pero muchos todavía confiaban en que esta podría desinflarse de forma suave o que recoger los platos rotos no sería tan costoso…
Además, las cajas de ahorros se habían convertido en el coto privado de las comunidades autónomas, e intervenirlas con todas las de la ley podía llevar a confrontaciones políticas muy serias… o inconvenientes, según cuál fuera el partido que gobernase en cada autonomía.
=    Por otro lado, la forma de actuar del Banco de España pudo ser un intento de ahorrar dinero público. Una intervención más decidida habría implicado costosos rescates al sistema financiero (no olvidemos que a la intervención de Bankia siguió un cheque en blanco del gobierno a la entidad que acabó suponiendo más de 20.000 millones de euros, lo que a su vez precipitó el rescate europeo al sistema financiero español en conjunto). Al promover un proceso de fusiones entre cajas, el Banco de España y los gobiernos de turno esperaban que las propias entidades se saneasen entre ellas, procurando que entidades más sólidas pudiesen absorber de forma progresiva los posibles agujeros de las entidades más dañadas. Esta esperanza resultó ser vana porque, en su mayor parte, las cajas tenían un auténtico problema de solvencia, no de liquidez, lo que nos lleva a siguiente y último motivo.
=    Por último, se podría decir que el Banco de España tenía la esperanza de que la situación no fuera tan grave. Que el de los bancos fuera un problema de liquidez que pudieran ir subsanándo poco a poco por sí mismos. Sin embargo, con la perspectiva que da el tiempo, está claro que una gran parte del sector financiero español tenía un auténtico problema de solvencia, no de liquidez.
Un banco es solvente pero está falto de liquidez si no dispone de fondos pero sus activos son mayores que su pasivo exigible (su pasivo descontando los recursos propios; para un vistazo más amplio del balance de un banco, ver esta entrada). Por supuesto, si es evidente que los activos son mayores que el pasivo, el banco no debería tener problemas para conseguir esos fondos. Los bancos creían (o querían creer) que eran solventes porque creían (o querían creer) que sus activos valían más que su pasivo.
El problema es que la mayor parte del pasivo de los bancos está en forma de depósitos de clientes (y eso que el porcentaje de éstos ha bajado en los últimos años, como ya hemos repetido en numerosas ocasiones). Si la confianza en un banco se debilita, muchos de esos depositantes acudirían al banco a retirar sus fondos y el banco no tendría dinero suficiente para atender todas estas demandas. Aún peor, se vería obligado a vender parte de sus activos, lo que haría bajar el precio de estos y agudizaría el problema. Si el banco central confía en la solvencia de un banco, le puede prestar liquidez durante el tiempo suficiente como para que su situación mejore. Sin embargo, como el Banco de España ya no es un banco central, no puede prestar esta liquidez, y lo único que hizo fue promover un proceso de fusiones entre entidades con la esperanza de que unas fueran apoyando a otras.

No hace falta decir que la intervención blanda no fue precisamente un éxito y se hizo necesaria la intervención del auténtico banco central, el Banco Central Europeo. Pero eso se contará en el próximo y último capítulo (¡por fin!) de esta saga.