Al
hacer este razonamiento, es muy común establecer un paralelismo entre el Estado
y una familia: ninguna familia gasta más de lo que tiene, y un Estado
responsable tampoco debería hacerlo. Pero lo cierto es que este razonamiento
tiene dos defectos básicos:
- En primer lugar, no es cierto que las
familias no gasten más de lo que tienen. Cada vez que una familia se
endeuda, es porque está gastando o ha gastado más de lo que tiene. Esto
ocurre cuando se realizan actividades tan cotidianas como amueblar la
casa, comprar un coche o algún electrodoméstico de mucho valor o, por
supuesto, cuando se compra una casa. El endeudamiento es la forma más
natural de poder disfrutar hoy de bienes a los que no tendríamos acceso si
dependiéramos solo de nuestros medios. En el caso de las empresas, esto es
aún más cierto. Si las empresas sólo pudieran contar con sus recursos
propios, es decir, si no pudieran pedir préstamos o aplazar los pagos de
sus compras, sus posibilidades de crecimiento serían infinitamente
menores.
Por
supuesto, se podría afirmar, y con razón, que los problemas de la economía
española vienen del endeudamiento de familias y empresas, que ha sido excesivo
a todas luces. Pero lo que queremos poner de manifiesto es que el endeudamiento
no es malo per se. Lo que es muy peligroso es endeudarse más
de la cuenta, de forma rápida e irreflexiva, sin estudiar de forma
objetiva y realista si se podrá hacer frente a las deudas en un futuro, pero si
las familias no pudieran endeudarse y gastar más de lo que tienen,
mercados como el inmobiliario, el automovilístico o el de electrodomésticos no
serían rentables.
- En segundo lugar, incluso si fuese
cierto que ninguna familia puede gastar más de lo que tiene, no es
correcto establecer un símil entre el Estado y las familias. Mientras que
el gasto de una familia no da más fruto que el bienestar derivado del
consumo, se pierde (a menos que se trate de una inversión en
valores, en bienes inmuebles... pero entonces no sería un gasto, sería una
inversión), el gasto del Estado, dada su magnitud, tiene la particularidad
de que puede estimular la economía y hacerla crecer, de modo que
aumentarían los ingresos impositivos e incluso podría mejorar la situación
fiscal en el futuro.
Esta defensa del endeudamiento
no debe confundirse con una apología del déficit excesivo. Endeudarse es
necesario y positivo, pero dentro de las posibilidades de cada deudor, por
supuesto. Por tanto, aunque desde aquí defiendo la posibilidad de que el Estado
incurra en déficit, también reconozco que a largo plazo, el presupuesto del
Estado debe estar equilibrado. Pero como decía Keynes, “el auge económico, y no la crisis, es el momento de la austeridad”.
Y, por supuesto, con lo que no
puedo estar de acuerdo es con la primera razón que da Mariano Rajoy en el vídeo
para explicar la crisis española: el déficit público, que el Estado haya
gastado más de lo que tiene. Antes de la crisis, el gobierno español presumía
de superávit (y se permitía el lujo de malgastarlo en medidas como el cheque
bebé o la rebaja de 400 euros en la declaración de la renta). Lo que dejó claro
la crisis es que la estructura fiscal española tenía muchas deficiencias,
defectos que quedaron claros cuando se manifestó la crisis, pero culpar de la
crisis a un déficit que ni siquiera existía es absurdo.
También es territorio común de
la derecha y de las posiciones más liberales afirmar que se debe recortar el
gasto y reducir el Estado a la mínima expresión porque el Gasto Público es, por
definición, ineficiente y distorsionador, pero esta afirmación ya no es economía.
Es ideología.
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