Dejemos ahora por un momento al banco Walk ING y volvamos la
vista hacia los reguladores financieros (sí, nuestra historia va adquiriendo dimensiones
cada vez más amplias).
La creciente competitividad entre las entidades bancarias y su
enorme exposición al crédito inmobiliario ha creado un auténtico caos en el
sector financiero español. Con un porcentaje cada vez mayor de créditos
impagados, con unos márgenes de intermediación cada vez menores a causa de la
lucha competitiva por captar más depósitos y con un coste de la financiación
exterior cada vez mayor, la situación de los bancos españoles no puede
calificarse más que de angustiosa. Sin embargo, entidades como Walk ING se
esfuerzan por maquillar sus balances (por ejemplo, renovando préstamos a
empresas zombis como Promotora el Zapador S.L. para no reconocer pérdidas) y
proyectar la imagen más luminosa posible al exterior. A pesar de todos estos
esfuerzos, no obstante, cualquier inversor avispado se imaginará que no es oro
todo lo que reluce.
Llegados a este punto, el mismísimo Banco Central se ve
obligado a tomar cartas en el asunto. Cuando España ingresó en la moneda única
europea, el euro, el Banco de España cedió sus principales competencias al
Banco Central Europeo. Aun así, conservó importantes competencias en materia de
vigilancia y supervisión. Por desgracia, como tantas otras entidades, se dejó
llevar por la orgía especulativa y dejó crecer sin control la burbuja
inmobiliaria.
Cuando por fin se decidieron a actuar, el Banco de España y el
Gobierno optaron por una intervención “blanda”: en vez de intervenir a las
entidades con problemas y/o cesar a sus gestores, promovieron a través de
ayudas públicas un proceso de fusiones entre cajas de ahorros (y así,
efectivamente, fue como nacieron bancos como Bankia o, sí, Walk ING).
¿Por qué actuó así el Banco de España en vez de hacerlo de
forma más contundente? Es difícil responder a eso, pero ahora que todavía está
reciente la campaña de acoso y derribo que emprendió el Partido Popular contra
el exgobernador del Banco de España Miguel Ángel Fernández Ordóñez por su
pasividad en los años anteriores al estallido de la burbuja, resulta
interesante especular sobre ello…
=
Por un lado, podemos atribuir su comportamiento
a razones políticas. La burbuja inmobiliaria era una gran fiesta en la que
nadie quería ser el que apagase la música. Los años previos al estallido era
obvio que nos encontrábamos ante una burbuja, pero muchos todavía confiaban en
que esta podría desinflarse de forma suave o que recoger los platos rotos no
sería tan costoso…
Además, las cajas de ahorros se habían convertido en el
coto privado de las comunidades autónomas, e intervenirlas con todas las de la
ley podía llevar a confrontaciones políticas muy serias… o inconvenientes,
según cuál fuera el partido que gobernase en cada autonomía.
=
Por otro lado, la forma de actuar del Banco de
España pudo ser un intento de ahorrar dinero público. Una intervención más
decidida habría implicado costosos rescates al sistema financiero (no olvidemos
que a la intervención de Bankia siguió un cheque en blanco del gobierno a la
entidad que acabó suponiendo más de 20.000 millones de euros, lo que a su vez
precipitó el rescate europeo al sistema financiero español en conjunto). Al
promover un proceso de fusiones entre cajas, el Banco de España y los gobiernos
de turno esperaban que las propias entidades se saneasen entre ellas,
procurando que entidades más sólidas pudiesen absorber de forma progresiva los
posibles agujeros de las entidades más dañadas. Esta esperanza resultó ser vana
porque, en su mayor parte, las cajas tenían un auténtico problema de solvencia,
no de liquidez, lo que nos lleva a siguiente y último motivo.
=
Por último, se podría decir que el Banco de
España tenía la esperanza de que la situación no fuera tan grave. Que el de los
bancos fuera un problema de liquidez que pudieran ir subsanándo poco a poco por
sí mismos. Sin embargo, con la perspectiva que da el tiempo, está claro que una
gran parte del sector financiero español tenía un auténtico problema de
solvencia, no de liquidez.
Un banco es solvente pero está falto de liquidez si no dispone de fondos pero sus
activos son mayores que su pasivo exigible (su pasivo descontando los recursos
propios; para un vistazo más amplio del balance de un banco, ver esta entrada). Por supuesto, si es evidente que los
activos son mayores que el pasivo, el banco no debería tener problemas para
conseguir esos fondos. Los bancos creían (o querían creer) que eran solventes
porque creían (o querían creer) que sus activos valían más que su pasivo.
El problema es que la mayor parte del pasivo de los bancos
está en forma de depósitos de clientes (y eso que el porcentaje de éstos ha
bajado en los últimos años, como ya hemos repetido en numerosas ocasiones). Si
la confianza en un banco se debilita, muchos de esos depositantes acudirían al
banco a retirar sus fondos y el banco no tendría dinero suficiente para atender
todas estas demandas. Aún peor, se vería obligado a vender parte de sus
activos, lo que haría bajar el precio de estos y agudizaría el problema. Si el
banco central confía en la solvencia de un banco, le puede prestar liquidez
durante el tiempo suficiente como para que su situación mejore. Sin embargo,
como el Banco de España ya no es un banco central, no puede prestar esta
liquidez, y lo único que hizo fue promover un proceso de fusiones entre
entidades con la esperanza de que unas fueran apoyando a otras.
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