El País abría su sección de economía de ayer con la
siguiente noticia: “La UE se sumerge en la recesión”. Según se cuenta en la
noticia, la eurozona está en recesión desde finales del año pasado, e incluso
la economía alemana ha decrecido el último trimestre.
Oficialmente, se considera que una economía está en recesión
cuando registra dos trimestres consecutivos de decrecimiento del PIB (Producto
Interior Bruto). Y esta es la variable fundamental cuando se trata de examinar
la salud de una economía: el crecimiento. Se utilizan muchos indicadores para
estudiar la marcha de la economía: la tasa de paro, el índice de precios, el
déficit comercial… pero el indicador clave para determinar si una economía
“aprueba” o “suspende” es uno: el crecimiento.
¿Y qué es el crecimiento? Pues el tanto por ciento que se
haya incrementado el PIB en el último período (considerándose normalmente
períodos trimestrales o anuales). Volviendo a la noticia con la que abríamos la
entrada, si tenemos en cuenta que el Producto Interior Bruto es el valor de
mercado de todos los bienes y servicios elaborados en el interior de un país, cuando
se dice que la economía española ha decrecido un 0’7 % el último trimestre, lo
que se está diciendo es que el valor de mercado de todos los bienes y servicios
que se produjeron dicho trimestre fue un 0’7 % más pequeño que el de los bienes
que se produjeron el trimestre anterior.
Es evidente que una reducción del PIB es un dato muy negativo:
si se ha reducido la cantidad de bienes que se producen en el país también
habrán disminuido la cantidad de personas que están trabajando y habrá
aumentado el paro. (Por el contrario, un aumento del PIB no significa
inmediatamente un aumento del empleo: teniendo en cuenta el ritmo al que
normalmente crecen la población activa y la productividad del trabajo y considerando
la rigidez típica del mercado de trabajo, se estima que la economía española tiene que crecer en torno al 3 % para reducir el paro).
Por supuesto, el crecimiento del PIB no es un indicador
ideal: al medir los bienes que se producen en un período por su valor de
mercado, no tiene en cuenta la economía sumergida ni los bienes que no pasan
por el mercado (como el trabajo doméstico o el autoconsumo), y tampoco tiene en
cuenta la distribución de la renta ni los daños que pueda recibir el medio
ambiente por culpa de la actividad económica.
Otra carencia fundamental del PIB es que no tiene en cuenta en qué se
sustenta el crecimiento. En concreto, el PIB no tiene en cuenta el endeudamiento
de los agentes económicos, de forma que pueden darse casos como el de España,
cuyo PIB creció muy por encima de la media europea gracias a un excesivo
endeudamiento de familias y empresas (sobre todo debido al crédito hipotecario).
Con el estallido de la crisis, es el endeudamiento del Estado el que ha
sustituido al de las familias y empresas, de forma que el PIB actual es muy
similar al de 2007 pero a costa de un endeudamiento masivo de todos los agentes
económicos.
Pero a pesar de estos inconvenientes, la evolución del PIB
es un indicador muy útil que a poco que rasquemos en él nos suministra más y más
información. Estudiemos de forma muy sencilla la composición del PIB para
comprender en qué se basan las actuales esperanzas de crecimiento de la economía
española.
Ya he mencionado que el PIB es la suma del valor de los
bienes que se producen en un período. Pero tengamos en cuenta que el valor de
un bien se puede considerar desde tres puntos de vista: la producción, la renta
y el gasto. Expliquémoslo con un sencillo ejemplo, el de un traje que el sastre
Don Pepito le vende a Don José (ahora ya
sabemos por qué Don Pepito pasó por la casa de Don José). Si el traje que
confecciona Don Pepito cuesta 500 €, podemos computar su valor de tres formas
distintas:
- teniendo en cuenta el precio de mercado del bien: 500 €
- teniendo en cuenta el ingreso que le ha supuesto a Don Pepito la venta del traje: 500 €
- teniendo en cuenta el gasto que le ha supuesto a Don José la compra del traje: 500 €
Como vemos, de las tres formas el resultado es el mismo. Del
mismo modo, el PIB puede calcularse siguiendo tres enfoques:
a. sumando
el valor de los bienes producidos en un período.
b. sumando
los ingresos percibidos por los agentes económicos gracias a la producción y
venta de los bienes producidos en un período.
c. sumando
el gasto realizado por los agentes económicos para la compra de los bienes
producidos en un período.
Aplicando las correspondientes correcciones, el valor del
PIB debe ser el mismo sea cual sea el enfoque que se utilice para calcularlo. Me
centraré en el enfoque del PIB a partir del gasto, que es el que más se utiliza
para hacer razonamientos macroeconómicos. Según este enfoque, el PIB español se
puede calcular a partir del gasto que se realiza al comprar los bienes
producidos en España a lo largo de un período. Por tanto, este enfoque se
centra en la demanda:
1. Una
parte de los bienes que se producen en España será comprada por las familias. El
gasto de las familias se denomina Consumo
(C).
2. Otra
parte de los bienes producidos en España son adquiridos por las empresas, que
para desarrollar su actividad han de comprar herramientas, materiales,
maquinaria, etc. Al “gasto” de las empresas se le denomina Inversión (I).
3. Otra
parte de los bienes que se producen en España son adquiridos por el Estado a
través de cualquiera de sus Administraciones Públicas. Se trata del Gasto Público (G).
4. Una
última parte de los bienes que se producen en España será consumida en el
extranjero: son las exportaciones. Claro que si queremos contabilizar
adecuadamente el PIB, a las exportaciones tendremos que descontar los bienes
extranjeros que se consumen en España, puesto que al haberse fabricado en el
exterior no forman parte del PIB español. A la diferencia entre exportaciones e
importaciones se le denomina Exportaciones
Netas (X – M).
Por tanto, desde el punto de vista del gasto (o de la
demanda), el PIB es la suma de cuatro componentes:
PIB = C + I + G + (X – M)
En esos cuatro elementos se recoge la demanda que de la
producción de un país realizan los cuatro principales grupos de agentes económicos:
familias, empresas, Sector Público y Sector Exterior. Todo el PIB está
contenido en ellos. Todo.
Por tanto, si como hemos dicho al comenzar el post, el
principal termómetro para medir la salud de la economía es el crecimiento del
PIB, la actuación de un gobierno ha de estar encaminada a incrementar estos
elementos (o al menos alguno de ellos). Veámoslo uno por uno:
− No parece que la política del gobierno esté
encaminada a incrementar el consumo. Las reducciones salariales tanto en el
sector público como en el privado y el aumento de impuestos como el IVA, así
como el miedo a perder el empleo en los tiempos que corren, son un cóctel
explosivo para reducir el consumo de las familias.
− Tampoco es previsible un repunte de la inversión.
La inversión de las empresas está muy ligada a las expectativas de la economía,
y estas no pueden ser más desfavorables. Al contrario, continuamente asistimos
a noticias de empresas que reducen el número de trabajadores y llevan a cabo
auténticos procesos de “desinversión”.
− Lo que está claro es que la política de recortes
del gobierno no está dirigida a incrementar el gasto público. Más bien al
contrario.
Por tanto, con la política actual del gobierno impuesta por
Europa, la única partida del PIB a la que podemos encomendarnos para que
nuestra economía crezca son las exportaciones. Y efectivamente, son las
exportaciones netas las que están evitando un desplome total de nuestro
Producto Interior Bruto por partida doble:
• Por un lado, el desplome del consumo afecta
también a las importaciones, que se reducen a la par que el gasto de familias y
empresas, con lo que la partida de las exportaciones netas se verá menos
reducida que en épocas de bonanza (recordemos que las exportaciones netas se
obtienen restando las importaciones). Paradójicamente, se puede decir que, en
lo que respecta a las importaciones, la mala marcha de la economía contribuye a
sostener el PIB.
• Por otro lado, también es normal que en épocas
de crisis caracterizadas por un elevado desempleo y recortes salariales
aumenten las exportaciones de un país, ya que sus productos se vuelven
comparativamente más baratos que los producidos en el exterior. ¿Y por qué
ocurre esto? Por un proceso denominado devaluación
interna.
Y de la devaluación interna hablaremos en nuestra próxima
entrada.
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