domingo, 7 de abril de 2013

PLANES PRIVADOS DE PENSIONES, NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE

Las pensiones son uno de los caballos de batalla más recurrentes cuando se trata de velar por la "sostenibilidad" de las cuentas públicas. La última reforma se llevó a cabo en 2011, en uno de los últimos coletazos del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Básicamente, dicha reforma incluía entre otras las siguientes medidas:

  • ampliar la edad legal de jubilación de los 65 a los 67 años.
  • aumentar de 35 a 37 años el período necesario para acceder a una pensión completa.
  • ampliar el período de cálculo de la base reguladora de los 15 a los últimos 25 años de vida laboral del trabajador.
  • introducir un factor de sostenibilidad que cada cinco años revise todos los parámetros del sistema en función de la evolución de la pirámide de población.


Al final, el resultado de todas estas medidas es el mismo: reducir la duración y la cuantía de las futuras pensiones. Es decir, los actuales trabajadores y futuros pensionistas soportarán toda la carga de la reforma.
Por mi parte, aun reconociendo que la viabilidad del sistema público de pensiones es cada vez más complicada, me gustaría hacer dos matizaciones:

  1. Es cierto que en la situación actual, garantizar el pago de las pensiones futuras es cada vez más difícil, pero gran parte de ese problema se debe al lamentable estado del mercado de trabajo español. Con una tasa de paro superior al 25% no hay ningún sistema de pensiones que sea viable. Si el paro continúa aumentando, las pensiones tendrán que financiarse con las cotizaciones de menos trabajadores que a su vez tendrán empleos más precarios, con menores salarios sobre los que aplicar el tipo de cotización. Luchar por el empleo y por la calidad de los puestos de trabajo es, al mismo tiempo, luchar por la viabilidad del sistema de pensiones.
  2. Hasta ahora, todas las reformas del sistema de pensiones se han centrado en un único aspecto: los gastos del sistema. Sin embargo, tan importante como contener los gastos es incrementar las fuentes de ingresos.
Una forma de aumentar los ingresos sería reducir el paro (a más trabajadores, más cotizantes), pero no es a esto a lo que me refiero. El Pacto de Toledo, que es un acuerdo firmado en 1995 entre los partidos políticos sobre el sistema de pensiones, establece que las cotizaciones sociales serán la única fuente de financiación de las pensiones. Sin embargo, afirmar que las pensiones deben financiarse sólo con cotizaciones es una cuestión más ideológica que científica. Utilizar los impuestos para pagar las pensiones que la sociedad considere justas me parece completamente legítimo (mucho más que construir aeropuertos sin aviones o trenes para ejecutivos, desde luego).

Pero ni este ha sido el enfoque seguido hasta ahora en las sucesivas reformas del sistema de pensiones ni parece que lo vaya a ser en el futuro. En su lugar, la solución ofrecida por autoridades y "expertos" es otra muy distinta: complementar las pensiones públicas con planes de pensiones privados.

¿En qué consisten los planes de pensiones? Básicamente, un plan de pensiones privado es un fondo en el que el trabajador deposita unos pagos periódicos para recibir una pensión cuando se jubile. Las aportaciones que realiza el trabajador no se inmovilizan en ninguna especie de cuenta o plazo fijo, sino que una gestora se encarga de invertirlas para obtener de ellas el máximo rendimiento (y así poder pagar una mayor pensión en el futuro). Actualmente, en España operan 573 fondos, gestionados en su mayoría por aseguradoras y entidades financieras (bancos y cajas de ahorros, vaya).

La verdad es que estoy un poco cansado de leer y oír que el sistema público de pensiones es insostenible y que los planes de pensiones privados son la panacea, así que me gustaría dedicar esta entrada a poner de manifiesto las lagunas de los fondos de pensiones, que las tienen (vaya que si las tienen). Y es que no es oro todo lo que reluce:

1.  Se habla mucho de la sostenibilidad del sistema público de pensiones, pero no de la viabilidad de las pensiones privadas. El sistema privado de pensiones en España es muy reciente, de finales de los ochenta y principios de los noventa. Hasta ahora se han producido muchas aportaciones y pocas jubilaciones, pero pronto irán jubilándose más y más ahorradores que reclamarán sus pensiones. Desde 2007, el sistema privado de pensiones se ha estancado en un patrimonio de 86.000 millones de euros y 10'3 millones de participantes. En 2012, el sistema ingresó 3.929 millones de euros (un 21% menos que en 2011) y gastó 3.871 millones, un margen demasiado pequeño si tenemos en cuenta que aún hay muy pocos pensionistas comparados con los que habrá dentro de unos años.

2.  Se recomienda que se complementen las pensiones públicas con pensiones privadas, pero seamos realistas: ¿quién podrá suscribir planes de pensiones en una situación de pobreza creciente para cada vez más familias? Con un paro en aumento y un poder adquisitivo disminuyendo, ¿no resulta un poco cínico recomendar a las familias que sustraigan una parte adicional de su salario para suscribir planes de pensiones privados?

Al final, el resultado sería el mismo que si se privatizan servicios públicos como la educación y la sanidad: las mejores prestaciones serán para quien pueda pagárselas. ¿Qué justificación tiene que quien no haya podido ahorrar más se vea abocado a la pobreza? Ninguna. Así solo se consigue ahondar en las desigualdades e injusticias sociales.

3.  Siguiendo el razonamiento anterior, si el dinero de las pensiones, sean públicas o privadas, tiene que salir de la riqueza del país, ¿por qué no hay dinero si el ahorro de los pensionistas es gestionado por la Seguridad Social pero no hay ningún problema si ese ahorro es gestionado por entidades financieras con ánimo de lucro?

Es normal asumir que la gestión privada siempre es más eficiente que la pública, pero los datos objetivos no respaldan esta afirmación: en el período que abarca los últimos diez años, de los 573 fondos de pensiones que operan en España sólo 2 han obtenido rentabilidades superiores al Ibex (es decir, la rentabilidad media de la Bolsa), y sólo 32 obtuvieron una rentabilidad superior a la del bono español a diez años (el que determina la prima de riesgo). Es decir, la inmensa mayoría de los ahorradores que han confiado en los planes privados de pensiones hubieran obtenido mayores beneficios si hubieran invertido su dinero en deuda pública.

Los datos son aún peores si se estudian con más detenimiento: 432 fondos obtuvieron una rentabilidad entre el 0 y el 3% (una cifra absolutamente mediocre), y 16 fondos tuvieron una rentabilidad negativa, es decir, cosecharon pérdidas (esto significa que el dinero que hay en esos fondos a día de hoy es menor que la suma de las aportaciones que realizaron los ahorradores).

La gente suele olvidarlo con facilidad, pero las pensiones privadas afrontan los riesgos propios de los mercados financieros. Con los vaivenes que ha experimentado en los últimos años el mundo de las finanzas, el dinero invertido en pensiones ha sufrido tanto como el invertido en otros fines.

  1.  Pero los malos resultados obtenidos por los fondos de pensiones no son únicamente consecuencia de los vaivenes financieros. Gran parte de la culpa la tienen las elevadas comisiones que se cobran en el sector. Y es que una de las principales razones para plantear una y otra vez la crisis del sistema público de pensiones es que las pensiones privadas suponen un estupendo negocio para el sector financiero, y la mejor forma de estimular ese negocio es disminuir el importe de las pensiones públicas.

Además, las prácticas cada vez más arriesgadas de este negocio empeoran el problema: como el patrimonio de los fondos se ha estancado o incluso ha disminuido y los futuros compromisos de pago aumentan, las gestoras necesitan obtener rentabilidades mayores para poder pagar las jubilaciones, por lo que tienen que llevar a cabo operaciones cada vez más arriesgadas.

Muchas de estas inversiones más arriesgadas se han realizado a través de fondos especulativos de alto riesgo, los famosos hedge funds, que se caracterizan por las elevadas comisiones que cobran. Es decir, que si un trabajador tiene un plan privado de pensiones, cabe la posibilidad de que la gestora del mismo, que ya cobra una comisión, haya derivado parte del fondo a un hedge fund, que a su vez cobra otra comisión por operaciones que a veces incluso pierden dinero.

En definitiva, los planes privados de pensiones no sólo llegan a una pequeña parte de la población, sino que son arriesgados, injustos y poco rentables, garantizando pingües beneficios solo a las instituciones financieras.
¿No creéis que sería más justo y eficiente garantizar, mantener y mejorar las pensiones públicas?


Nota: los datos aportados en esta entrada se han extraído del número 1 de la revista Alternativas Económicas.


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