La noticia del ERE que va a afectar a 258 trabajadores de la
factoría de Roca en Alcalá de Henares, a pesar de que la compañía cerró 2012
con 20 millones de euros de beneficios, me ha hecho pensar en muchas de las
prácticas llevadas a cabo por las multinacionales, algunas de las cuales he
leído recientemente en el libro Los Amos del Mundo, de Vicenç Navarro y JuanTorres López.
Todo el mundo es consciente del chantaje que llevan a cabo
estas multinacionales con la amenaza de la deslocalización,
cuando amagan con trasladar sus factorías a países con mano de obra más barata
para conseguir cuantiosas subvenciones, desgravaciones fiscales y otras ayudas por
parte de los gobiernos locales. Quizás la gente no sea tan consciente del poder
que las grandes multinacionales ejercen a través de numerosísimos grupos de
presión o lobbies, que influyen notablemente en las decisiones de los gobiernos[1]
y controlan los medios de comunicación[2].
Seguramente la gente tampoco conozca otro tipo de prácticas
utilizadas muy corrientemente por las multinacionales, como la de los precios de transferencia. Este procedimiento,
ampliamente extendido entre las multinacionales, se aplica cuando se compra el
mismo producto en distintos países, y consiste en contabilizar los precios más
altos o más bajos según dónde interese declarar los beneficios o calcular la
base imponible más conveniente (por supuesto, independientemente de las
cantidades reales compradas en cada país).
Así nos encontramos con casos como el de la empresa Apple,
cuyo fundador Steve Jobs poco menos que ha sido ascendido a la categoría de Gran
Héroe de la Historia de la Humanidad. A pesar de que sus ventas en España se
multiplicaron por 14 en 2012, la declaración del impuesto de Sociedades le
salió a devolver gracias a la práctica de los precios de transferencia. Como se puede
leer en este artículo, Apple no hace más que comprarse a sí misma
(concretamente, a una filial de la matriz Apple radicada en Irlanda) los
ordenadores que venderá en España. Si lo hace a precios suficientemente altos
como para que la venta a los consumidores españoles no sea rentable, obtendrá
pérdidas en España mientras que cosechará grandes beneficios en Irlanda, donde
casualmente el tipo impositivo del Impuesto de Sociedades es del 12 % (frente
al 30 % español).
De este modo, es muy sencillo para una compañía incluso
incurrir legalmente en pérdidas, con lo que el impuesto de sociedades le sale a
devolver y consigue una nueva herramienta con la que presionar al gobierno de
turno para obtener más ayudas a cambio de no cerrar una fábrica o despedir a
cientos de trabajadores.
Aunque cabe la posibilidad de que los jueces y autoridades
administrativas rechacen un expediente de regulación de empleo elaborado en
estas circunstancias, mientras las normativas contables no sean más exigentes y
sigan permitiendo que las multinacionales puedan consolidar balances y cuentas
de resultados de su actividad en distintos países, es muy difícil probar
legalmente si un expediente se ha emitido con mala fe. Por otra parte, prácticas como la descrita por Apple pueden ser muy reprobables moralmente pero son perfectamente legales mientras no se aprueben normativas que impidan distorsionar precios en beneficio propio.
Y para que las normativas legales y contables sean más exigentes con
las multinacionales haría falta la aprobación de nuevas leyes mucho más
restrictivas, leyes a las que por supuesto se opondrían con todas sus fuerzas
los lobbies y grupos de presión controlados por estas multinacionales.
Con lo que volvemos al punto de partida…
[1] Se
estima que en torno a la Comisión Europea existen entre 15.000 y 20.000 lobbies
que invierten unos 3.000 millones de euros en influenciar a tal organismo. Una
cifra similar de lobbies se calcula que actúan en Washington DC, y su
influencia es inmensa a la hora de aprobar disposiciones medioambientales,
comerciales o financieras.
[2] La
enorme inversión en publicidad de las multinacionales las convierte en dueñas
de facto de la opinión publicada. Por eso es tan raro encontrar en los medios
líderes denuncias a las prácticas de las multinacionales por maltrato a sus
trabajadores o al medio ambiente.
En otros casos, el control de los medios de
comunicación es más directo, como ha ocurrido recientemente con el grupo PRISA.
En argentina y latinoamerica esto pasa desde tiempos del precapitalismo...100 años y nadie hace nada con la viveza capitalista....muy buen blog
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